20120721

Lo que más me molesta

Lo que más me molesta de todo son las extensiones. Podía soportar los ataques de mosquitos, los gringos con falsa moral, los hipócritas vende patrias, la pose relajada de los isleños, los argentinos que se creen europeos, los europeos que se creen dueños de la verdad, la falsa identidad de los guatemaltecos y su facilidad para perder el acento, los bocazas que no paran de hablar de sus conquistas, sus masturbaciones mentales salidas de películas porno trasnochadas, las mil cucarachas que se mueren dentro del apartamento, hasta las que se mueren dentro de mis zapatos, pero no las extensiones. 
 
Las extensiones y su falsedad. Ese día que metí por primera vez mis dedos entre esa hebras de mentira que ostentabas en la cabeza, esa desdicha que me provocó descubrir el inicio de tu hipocresía, esas trenzas que sujetaban la infamia, ese pegamento entre mis dedos. Ese momento. Ese día. Esa hipocresía. Esa infamia. Ese pegamento. Ojalá hubiera sido suficiente para dejarte y botarte de la cama al siguiente día, pero me ganó el estómago. 
 
Dejé de pensar y se apropió de mí la tripa, dejé de pensar y existí sólo para comer, para engullir, para deglutir, para devorar. Luego de este róbalo, poco me queda de comer en esta vida, me dije, tan idiota de mí, tan engañado, tan inocentemente estúpido. 
 
Esa fiesta para el paladar que preparaste. Mantequilla, piña, mango, chile pimiento, succini, zanahoria y esa copa de vino blanco. Ese pedazo de pie de queso sin esa empalagante mezcla, sin esa azarosa masa de lácteo en la boca, ese elíxir con hojuelas crocantes arriba y abajo, que era como el horizonte mismo de la playa donde lo comía. Con el cielo y el mar unidos.
 
Extracto tomado de Histéresis, click para la nota completa.

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