20110902

Arrancarse el corazón

Dejar una patria es arrancarse el corazón...

Me levanto sin hace ruido, estás semidormida y desnuda. En los labios se te insinúa una sonrisa como si soñaras con el niño que soné corretearía algún día entre los mangos y los sacuanjoches. Apenas falta una hora para emprender el viaje.

En todas las cosas, la máquina de escribir, el pequeño ídolo precolombino, los grillos, los olores vegetales, en todo hay una transparencia de desgarramiento y despedida. Guardo el resto de mis papeles: trabajos históricos, reportajes, editoriales contra Somoza, los poemas de Waspán, las fotos, todo lo coloco en el maletín azul que dejaré para que lo cuides.

Abro la ventana, los olores a frutas fermentadas entran con la intención de aumentar la tristeza. A lo lejos parpadean entre la bruma las luces de Managua. El lago es una mancha clara bajo la luna. Corto una flor de sacuanjoche, deshojo los pétalos sobre tu vientre, se entremezcla su perfume con los tuyos. Trato de guardar en mi memoria cada detalle de tus muslos, tu cuello, tus lunares, tu boca.

Un gallo canta, abrís los ojos, me baña de ternura tu mirada. Sobre la almohada tu cabello dibuja tentaculares colochitos. Busco tus labios como un ciego, tus manos se pierden en mi pelo alborotado, nos exploramos y descubrimos con el deslumbramiento de la primera vez, sólo que ahora tenemos ganas de llorar, conscientes de que ésta es nuestra última madrugada de amor compartido porque la guerra está por comenzar.

Santiago
Managua. Diciembre 24 de 1980

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