Malas juntas...

La tan anunciada venida de Metallica, ha despertado en muchos de nosotros, la nostalgia por nuestra juventud, por los recuerdos, las anécdotas, las historias...

Yo, de chavito nunca fui amante de los excesos, por lo general era lo que la gente llamaba "un buen patojo" (estudiante de buenos promedios, respetuoso con mi madre, alejado de los vicios, abanderado y ejemplo de hijo para madres ajenas), pero... con cierta inclinación por las malas juntas.

No es mentira!, mi listado de amistades a mis 15/16 joviales años, incluía desde un vecino que religiosamente cultivaba Cannabis en el barranco, un carismático drogo adicto a las diazepam mezcladas con alcohol, amigos de lo ajeno del servicio de transporte urbano, hasta la compañia de un selecto grupo de jóvenes grifos, cuya vinculación con ellos, me valió la acusación de parte de las autoridades del instituto al que yo asistía, de motero macizo. ¡Una amplia gama de joyas!

De esas andanzas por las polvorientas calles de la Bethania, recuerdo la compañía del Turbo y el Banano, (para desgracia de mi madre), cuates con los que noche a noche descubrí mi gusto por Metallica: esa música estridente y violenta, esos riffs de guitarra. Juntos esperábamos las noches de Revolución Rock. Juntos nos aventamos varios trash attacks y juntos nos sumamos a los devotos de los guerreros del Metal.

Asumo que estén donde estén (el Turbo y el Banano), seguro alimentaran la cosquilla de ver y escuchar a Metallica, aquí, en Chapinlandia, país de eterno surrealismo... con la lengua de fuera y somatando la cabeza...

Rock On!
Oh please God, wake Me!!!!