• Me sorprendió con una carta, de despedida, apenas había tenido chance de conocerla; ella era de las que intimidaban: alta, guapa, de tez morena y ojos claros. Le quiero dar algo -me dijo-, escribió muchas cosas en ese papel, pero sobre todo, la invitación a visitarla en su casa, cuando yo quisiera/pudiera. A pesar de tanto tiempo transcurrido, aún tengo muy claro cómo se llamaba esa practicante de traje sastre y sugestivo mirar.
• Alguna vez me rondó la idea/intención de invitarla a que me acompañara al cine, sentía cierta/bastante curiosidad acerca de ella... Mucho, mucho tiempo después descubrí durante una cena, un dejo de match, cierta sensación de comodidad/vinculación/complicidad, me asustó.
• Vueltas y más vueltas al ritmo cadencioso de una cumbia, cobijados por los cuerpos que de dos en dos, sudaban y se movían, alrededor y chocando contra nosotros. Ella de menudo tamaño se dejaba de mi, yo la zangoloteaba, la llevaba lejos e intempestivamente la traía cerca. Ella sonreía...
• Mis conversaciones con ella fueron algunas veces desde los teléfonos públicos del parque Concordia, hablamos de cualquier cosa por algún tiempo o lo que duraran las chocas, siempre me divirtió su risa nerviosa/loca. Era muy chavita, con mucho por aprender. De ella me quedé con varias cosas: La escultura de un tronco torcido, Las fotocopias de amorosidades, un álbum de fotos y el sabor dulzón de un trago de amaretto.
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4 comentarios:
jejejejejeje...
Andá a buscarla. Simple.
mmm suena bien...
Secundo lo que dice el Dardón. Así de simple es... almenos que te hayas asesorado por el Arana, por ejemplo jajajaja, allí si ya estás frito jajajja aquél, pese a ser de la prensa, no investiga bien mi compadre (bromeando Gabriel, que no se le altere el ego).
Te tengo información pendiente, no lo olvido...
abrazote y go for it.
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