Desde entonces, fascinado, no ha parado de reírse. Se le va el tiempo observando: le divierte mirar cómo unas cosas suceden a otras; le entretiene el azar, le emociona la duda. Su más grande proeza fue también la más sutil: haber hecho las cosas de modo que no se supiera qué vendría después. ¡Qué aburrido sería el universo si todo estuviera planeado de antemano!
Mientras tanto, los humanos se atormentan lidiando con asuntos insignificantes, preocupándose por pequeñeces, creyendo en un dios que todo lo sabe. Pero Dios no sabe nada de nada. Y no por eso es menos sabio, sino todo lo contrario.
Y, dichoso, se ríe.
Andrés Zepeda "el Gato"
Circa 1995
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