Al parquecito que frecuentamos con mis hijos, le hace falta una fuente para
pedir deseos. Mis chicos me lo repiten a cada paso que lo recorremos. Es un parque poco frecuentado, tranquilo y silencioso, cuya superficie, casi en su totalidad esta completamente cubierta de adoquín. Poblado por completo de eucaliptos, que despellejan su
tronco y hojas secas, repartidas por doquier.
Con la llegada de la lluvia, el parquecito se llena de una innumerable cantidad
de charcos de todos los tamaños. En cualquiera de nuestros pasos nos encontramos con uno. Ellos: mi niño y niñas, a falta de fuente, ocupan a modo de pequeñas fuentes, estos reposos de agua llovida. En ellos lanzan sus monedas desde diferentes distancias. Las solicitudes van por el aire: de 5 centavos, para las peticiones pequeñas, de 25 para ampliar la dificultad de la petición.
Yo los observo divertido. No es necesaria la invitación a formular mi solicitud... Sonrío y a la cuenta de tres, salta mi moneda... ¡una de a quetzal!, para que todos, aquí y allá, estemos bien.
20130919
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